viernes, 7 de septiembre de 2012

Los Tránsitos de los planetas transpersonales y su significado mitológico junguiano**TRANSITOS DE NEPTUNO




>>Nuestro destino, el centro y hogar de nuestro corazon ,esta en el infinito<<    Estas palabras, escritas por un poeta romántico encierran en si la esencia de Neptuno: el deseo de trascender el sentimiento de ser un yo aparte para fundirse con algo más grande. Aunque con frecuencia hablemos de "encontrarnos a nosotros mismos", es decir, de que cada cual descubra su peculiar identidad y se defina en función de los atributos y logros que él mismo ha escogido, Neptuno es lo opuesto: es el anhelo de perdernos, de disolver o transcender las fronteras del yo aislado. Pero para que podamos comprender plenamente qué significa o implica la idea de trascender el yo, debemos recordar qué se entiende por yo o ego. Brevemente definido, "ego" es el sentimiento que cada uno tiene de si mismo en cuanto individuo aparte; dicho de otra manera, nuestro sentimiento de ser un "yo". Que seamos un "yo" significa que podemos autodefinirnos; somos esto, pero no aquello, terminamos en alguna parte y los demás empiezan en alguna otra. Sin embargo, no nacemos con un un ego o un sentimiento de "yo", y en la vida intrauterina no tenemos consciencia de nosotros mismos como seres aparte: somos uno con nuestra madre, y para nosotros ella es el mundo entero. Por lo tanto, creemos que nosotros somos el mundo entero; creemos serlo todo, y experimentamos lo que Freud llamaba un sentimiento "oceánico" de la realidad. Sin embargo, después de nacer empezamos a diferenciarnos y a distinguirnos, no solamente de nuestra madre sino también del medio. Al crecer nos damos cuenta de que somos distintos, de que somos seres aparte de las otras personas y cosas que nos rodean: esto soy yo y esto es el no-yo. Pero no sólo nos distinguimos de las otras personas, sino que llegamos también a identificarnos sólo con ciertas partes de nuestra personalidad y de nuestra naturaleza, negando otras o prescidiéndonos de ellas. Dicho de otro modo, además de la escisión yo/otros, se da también una división o frontera entre nuestro yo (nuestro sentimiento de quiénes somos) y otras facetas de nuestra naturaleza que no queremos reconocer como propias o que ni siquiera sabemos que están ahí. Por ejemplo, podemos identificarnos con aquella parte de nosotros que es bondadosa y afectuosa, y negar o reprimir la que es negativa y destructiva. De tal modo, la escisión yo/no-yo significa no sólo trazar una linea entre nosotros y los demás, sino también dividir nuestra propia totalidad en dos partes: aquello de lo que somos conscientes y con lo que estamos dispuestos a identificarnos porque admitimos que nos pertenece, y aquello de lo que no somos conscientes o que no estamos dispuestos a admitir como parte nuestra. Neptuno es un "disolvente de fronteras" , en sus Tránsitos, difumina o disuelve la frontera entre nosotros y los demás. Neptuno en Tránsito formando aspecto con el Sol natal, por ejemplo, puede señalar un momento en que nos "perdemos" en otra persona, o que tenemos vivencias de nuestra unidad con la totalidad de la vida. Pero Neptuno demuele también la frontera interna entre consciente y inconsciente, sumergiendo o anegando nuestra identidad consciente en contenidos provenientes del inconsciente. Si nos hemos identificado principalmente como seres fuertes, capaces y seguros de nosotros mismos, es probable que durante un Tránsito de Neptuno en aspecto con nuestro Sol natal descubramos en nuestra naturaleza una vertiente de confusión, debilidad o desvalimiento. Neptuno es como un disolvente que diluye la fuerza de una energía hasta entonces concentrada, ya sea que se trate de una carrera o de una relación cuidadosamente estructurada, o bien de una convicción o de una actitud hacia nosotros o hacia el mundo tenazmente mantenida.

LA UNIDAD Y LA SEPARACION

El efecto disolvente que tiene sobre las fronteras un Tránsito de Neptuno puede intensificar nuestra consciencia de la unidad de todas las formas de vida y aumentar nuestra capacidad de empatía y nuestro sentimiento de estar conectados con todo lo que existe. No es fácil captar la idea de la unidad esencial de toda vida, y es más difícil aún para los que, en la sociedad occidental, hemos sido concienzudamente educados en la creencia de que "yo" termino en un lugar y "tú" comienzas en otro. Sin embargo, los místicos, tanto de Oriente como en Occidente, han hablado siempre de otra dimensión de la realidad, en cada nada existe aisladamente. Los budistas tienen un dicho, "Todo en uno y uno en Todo", una idea de lo que hace eco con " Todo lo que el hombre tiene aquí externamente en la multiplicidad es intrínsecamente Uno". Aunque en la superficie "yo" puede pueda parecer diferente de "tú", y una mesa no sea lo mismo que una silla, en nuestros niveles más profundos todos compartimos la misma cualidad básica: somos Seres o Entidades. Neptuno simboliza la necesidad de disolver un sentimiento rígido de individualidad y separación para redescubrir la unidad subyacente en toda vida y reconectarnos con ella. Neptuno representa aquella parte de nosotros que, en el corazón mismo de nuestro ser, está ávida de disolver las divisiones que nos impiden tener la vivencia de nuestra unidad esencial con el resto de la vida. Para poder hacerlo tenemos que renunciar hasta cierto punto a nuestro ego, es decir, a nuestro sentimiento de ser un "yo" aparte. En sus Tránsitos, Neptuno puede aportarnos el tipo de vivencias espirituales o experiencias cumbre mediante las cuales llegamos a trascender momentáneamente nuestra realidad normal de "yo-aquí-dentro" opuesta a "tú-ahí-fuera", y a tener atisbos de aquella parte de nosotros que es universal e ilimitada. Cuando Neptuno está activo en nuestro mapa, estos súbitos avances en la consciencia pueden producirse espontáneamente, en cualquier parte y en cualquier momento, aunque con frecuencia van asociados con ciertos sentimientos o actividades: momentos de serena comunión con la naturaleza, escuchando música, meditando ya sea a solas o en un grupo, y otros semejantes. El deseo de expansión y de crecimiento espiritual está siempre dentro de nosotros, pero hay ciertos periodos en la vida en los cuales se activa con más fuerza. Bajo la influencia de los Tránsitos de Neptuno, la necesidad religiosa o  puede ser movilizada por una insatisfacción o una disconformidad creciente con nuestra vida y nuestros logros actuales: quizás hayamos tenido un éxito financiero o social admirable, y sin embargo nos descubrimos pensando: "Bueno, ¿y qué? ¿Esto es todo?", Vacíos pese a haber conseguido cosas y logros externos, quizá nos encontremos con que la atención se vuelve hacia adentro y buscamos ahora el significado y la realización en el mundo interior del espíritu.

LA PERDIDA DEL YO

La disolución del yo no significa tener automáticamente una vivencia estática de nuestra naturaleza infinita e ilimitada. Perder las fronteras del ego puede dar en ocasiones la sensación de que uno se reventara por las costuras; perdemos el control de aquello a lo que se permite (o se niega) el acceso a la consciencia, y como resultado, es probable que nuestra identidad presente sea invadida por partes de nosotros mismos que hasta ese momento habíamos conseguido mantener a raya. La confusión respecto de quiénes somos en realidad nos lleva a no saber ya lo que queremos en la vida. La nostalgia neptuniana por retornar a un estado de bienaventuranza primaria puede conducir también al escapismo, a tendencias suicidas y a la tentación de perder el yo en las drogas, el alcohol o en cualquier circunstancia o persona que se nos presente. La derrota del ego es una experiencia de abatimiento y de humillación. Cuando Neptuno en Tránsito formas aspectos con nuestros planetas natales, es frecuente que nos encontremos en situaciones que no queremos estar, pero que no podemos hacer nada por remediarlo. Es posible que nos enojemos con Dios por abrumarnos con tantos males, o que recemos implorando su ayuda. Hay quien echa la culpa al gobierno de sus problemas. Pero no importa que insultemos al gobierno o que nos refugiemos en el Señor: con frecuencia los Tránsitos de Neptuno nos obligan a reconocer que "ahí fuera" hay fuerzas mayores y más poderosas que nosotros. Descubrimos que en realidad no es en modo alguno el yo quien dirige el espectáculo, sino que a veces también él tiene que inclinarse ante una voluntad superior. Es frecuente que los Tránsitos de Neptuno nos pidan que sacrifiquemos aspectos de nuestra vida y de nuestra identidad que han sido importantes para nosotros. Puede haber personas o cosas que queremos desesperadamente, o que sentimos que necesitamos, pero el Cosmos, el Hado o nuestro "ser superior" -depende de cómo queramos llamarlo- no está dispuesto a concedernos lo que con tanta urgencia deseamos. Aprender a renunciar es una lección neptuniana. Bajo la influencia de ciertos Tránsitos de este planeta, podemos encontrarnos con que el mundo se nos desmorona. El suelo desaparece bajo nuestros pies, y las estructuras y los apuntalamientos que dábamos por seguro se desploman. Nos sentimos impotentes y a merced de la vida. Mientras esto sucede, es difícil imaginar que de la disolución que experimentamos puede salir nada positivo. La sensación es más bien la de una maldición que la de una fuerza superior que esté actuando en favor nuestro o favoreciendo nuestro crecimiento. Queremos aferrarnos a lo que se va, atrasar el reloj y mantener las cosas como estaban, pero por más que nos esforcemos, nuestros intentos de conseguirlo siempre fallan. Sólo cuando finalmente renunciamos y nos relajamos, creamos la posibilidad de que llegue algo que nos ayude a superar nuestras dificultades y a dar el paso siguiente para entrar en una nueva fase de la vida. Orfeo, el héroe griego, tuvo que aprender esta lección, y la historia de su amor por Euridice es un ejemplo de lo que puede suceder cuando Neptuno está transitando por nuestro mapa natal.

LA AFLICCION DE ORFEO

Orfeo es un héroe neptuniano, músico y poeta, cuyas hermosas canciones hacen que los arboles lloren y las rosas se derritan. Por obra de su música eleva el ánimo de los hombres, expande su consciencia y los hace abrirse a sentimientos y emociones de naturaleza universal o eterna. Su mito nos habla del día de su boda, el día en que se casó con Euridice, la mujer de sus sueños. Lo lógico seria que estuviese rebosante de alegría, pero se ha producido un accidente: después de hacer los votos nupciales, Euridice sale a pasear con una de sus amigas, tropieza con una serpiente, recibe su picadura y muere. El júbilo se convierte de pronto en tragedia. Quizá la gente que pasa por Tránsitos de Neptuno reconozca esta clase de experiencia, en que lo prometedor y maravilloso puede convertirse en un desastre, en tanto que lo que parecía espantoso termina por resultar una bendición inesperada. Neptuno disuelve las fronteras, y bajo su influencia hasta la distinción entre éxtasis y dolor puede volverse incierta. Incapaz de aceptar su trágica situación, Orfeo niega el carácter decisivo de su amada y busca la forma de negociar su recuperación. Como la mayoría de las personas a quienes un destino trágico conmueve, quiere retrasar el reloj, hacer que las cosas vuelvan a ser como antes de la tragedia. Mediante el ardid de cantar una canción que hace dormir a Cerbero (el perro que guarda las puertas del infierno), consigue entrar en el dominio de Plutón y Perséfone y rogarles que permitan a Euridice regresar a nuestro mundo. Plutón y Perséfone son administradores severos: generalmente, a nadie que muera y descienda al submundo se le permite volver a salir. Pero Orfeo, con sus palabras y su música conmovedora, argumenta de manera tan convincente que consigue que el rey y la reina del mundo subterráneo flexibilicen su regla: un ejemplo más de cómo la fuerza de Neptuno puede disolver la rigidez y la dureza. Plutón y Perséfone permiten a Orfeo que se lleve a Euridice de vuelta a la tierra de los vivos, pero con la advertencia de que no debe girarse y mirarla durante el camino. Llevándola de la mano, Orfeo conduce a Euridice fuera del mundo subterráneo, pero cuando están a punto de salirse a la luz, ya no puede resistirse a la tentación de girarse y mirarla; tan pronto como se vuelve a contemplar los ojos de su amada, ella se disuelve en el aire, y con ella toda esperanza de felicidad. La promesa de redención y renovación desaparece ante sus propios ojos, y la esperanza de felicidad se esfuma trágicamente. ¿Qué fue lo que movió a Orfeo a mirar atrás? Bien le habían advertido ya que no lo hiciera, y estaba a punto de alcanzar el deseo de su corazón. Tal vez tuvo un momento de desconfianza. "¿Y si me estuvieran engañando? ¿Y si quien viene detrás de mi no fuera Euridice, sino alguien a quien han puesto en su lugar?" Orfeo no confía; empieza a cuestionar y a analizar la situación, y esto es lo que lo pone en dificultades. Es muy frecuente que, bajo la influencia de los Tránsitos de Neptuno, sintamos una especie de ansiedad, una fuerte inclinación a seguir cierto camino: empezamos a ir en una dirección, pero después algo nos detiene e interrumpimos el proceso. Quizá queremos estar absolutamente seguros de hacia dónde nos llevará finalmente la dirección que escogimos, pero Neptuno no ofrece esta clase de garantías; lo que nos pide es que nos entreguemos sin saber qué recibimos a cambio. Orfeo vuelve a estar solo. Su táctica de negociación le ha fallado y ya no puede seguir negando la muerte de Euridice. Tras haber agotado todos los recursos con que contaba para afrontar su muerte, no le queda más que aceptar la inevitabilidad de lo sucedido. Ahora no tiene otra opción que hacer lo que hasta ese momento no se ha permitido: el duelo por su esposa. Se ha empeñado tanto en luchar contra la situación que todavía no se ha entregado del todo a su tristeza y a su dolor. Para hacerlo se instala en las proximidades de una orgía dionisíaca, que precisamente está llegando al momento culminante. Aquí volvemos a encontrarnos con los dos extremos de Neptuno: el arrobamiento y el éxtasis de los celebrantes comparado con el profundo dolor de Orfeo. Los principiantes, al ver a Orfeo allí sentado, tan deprimido, le imploran que se una a los festejos. Con frecuencia hacemos lo mismo cuando nuestros amigos están deprimidos, instándolos a que salgan del estado en que se encuentran, invitándolos a que vengan a tal o cual fiesta, a que conozcan gente nueva y cosas así. "Te hará bien -les decimos- te ayudará a salir de ti mismo." Verlos tan desdichados hace que nos sintamos incómodos, en parte porque nos recuerda el dolor que sentimos por las cosas que hemos perdido en la vida. Pero Orfeo se niega a unirse a la fiesta; él quiere seguir donde está, no sólo física sino también psicológicamente. Los celebrantes se encolerizan: ellos están tratando de pasarlo bien, y seguramente no quieren escuchar lamentaciones, ni que les recuerden todos los sufrimientos del mundo, de manera que deciden matarlo. Uno tras otro van arrojándole sus lanzas, pero las canciones y los lamentos que entona Orfeo son tan conmovedores que las jabalinas se detienen antes de haber llegado a herirlo. Finalmente, los del grupo se dan cuenta de que si vociferan tan alto como les sea posible, las jabalinas no podrían oír la música y no quedarán detenidas en el camino. Cuando así lo hacen, las armas aciertan en el blanco y Orfeo muere. "¡Pobre Orfeo, qué destino tan trágico!" es lo primero que pensamos. Pero lo que en este caso parece un destino terrible es en realidad todo lo contrario. Su muerte significa que se reunirá en el otro mundo con su perdida Euridice. Podrán vagabundear tomados de la mano por las praderas del Hades, y mirarse a los ojos todo lo que quieran. La muerte sacrificial de Orfeo, que al principio parece una tragedia más en su vida, termina por ser una bendición enmascarada. El éxtasis se convierte en dolor, pero el dolor se convierte en éxtasis. Bajo la influencia de Neptuno, estos recíprocos ocultamientos confunden la seguridad de nuestros juicios. La muerte de Orfeo se puede tomar literalmente, pero también entenderla como símbolo de un cambio de personalidad importante. Su lucha por recuperar a Euridice no le lleva a ninguna parte, pero en cambio la resignación y la aceptación de la pérdida, aun no siendo lo que quería, producen una transformación que le permite hallar la paz y la reconciliación. En el proceso, Orfeo aprendió una de las lecciones que nos enseñan los Tránsitos de Neptuno: a veces, la solución de un problema sólo se puede hallar si renunciamos a encontrarla respuesta. De la misma manera, hay veces en el que el yo agota sus recursos y nuestra manera habitual de afrontar los problemas no nos funciona. Pero sólo entonces se crea una situación tal que nos permite descubrir nuevas maneras de resolver nuestras dificultades o de reconciliarnos con ellas... maneras que jamás se nos había ocurrido si no nos hubieran fallado nuestras tácticas habituales. He aquí lo que decía Jung de esos momentos que se nos dan en la vida: <>. Sólo cuando al ego ya no le queda poder -cuando nos falla nuestra manera normal de mejorar las cosas- puede aparecer algo más que nos redima. Bajo la influencia de un Tránsito de Neptuno, es probable que tengamos que permanecer algún tiempo atascados en una situación desagradable hasta que aparezca una solución o una respuesta. Las antiguas tretas no nos funcionan, y lo único que nos queda es esperar.


LOS RITOS DE DIONISOS

A Neptuno en Tránsito se le puede sentir como "Dionisos", el dios griego del vino y de la poesía, solía reunir a sus fieles para embriagarlos. Los efectos perturbadores y relajantes del vino hacían que les fuera fácil abandonarse, dejarse llevar por sentimientos de rapto, de éxtasis, que les permitían liberarse de las limitaciones y de las reglas que se les imponían como parámetros cuando estaban sobrios. No se detenían a pensar si tenían el coche mal aparcado o si debían volver a casa a tiempo para preparar la cena. Neptuno, el que disuelve los limites, afloja por tanto las restricciones que nos imponemos y permite que lleguen a la consciencia partes o aspectos de la psique que hasta ese momento hemos mantenido sepultados. En este sentido, Neptuno es la antítesis de Saturno, porque desintegra las fronteras que este último establece. Las personas que tienen en su mapa una fuerte influencia de Saturno o de Capricornio suelen ser las que más temen a Neptuno: no les gusta renunciar a lo conocido, seguro y establecido, y tienen miedo de que, si se relajan, ya ni serán capaces de volver a organizarse como antes.


Penteo, racional y conservador rey de Tebas que por encima de todas las cosas quería mantener la ley y el orden en su dominio, no podía creer que Dionisos fuera un dios. Lo veía como un salvaje vestido con pieles de animales y perseguido por un grupo de mujeres delirantes que no tenia mucho que ver con la imagen de la divinidad. Bajo los Tránsitos difíciles de Neptuno podemos encontrarnos con que el mundo se nos viene abajo: las estructuras de sostén y los apoyos en que confiábamos como base de nuestro sentimiento de nosotros mismos se nos escapan. Y, como a Penteo, puede ser que nos resulte difícil reconocer que esta forma de disolución esté al servicio de los objetivos de nuestro Ser nuclear y más profundo, o que, en última instancia, actúe favoreciendo nuestra evolución. Se la percibe más bien como una maldición que como algo positivo. El propio Dionisos fue descuartizado por los Titanes, la raza a la que pertenecía Saturno. En una versión de la historia, su hermana Atenea rescata el corazón de Dionisos y se lo entrega a Zeus. Éste se traga el corazón, se une a la mortal Sémele y Dionisos vuelve a nacer. (Es interesante que en esta versión del mito la diosa de la sabiduría racional, Atenea -por contraposición con la sabiduría dionisiaca, arrebatada y jubilosa-, sea hermana de Dionisos, lo cual sugiere que entre ellos hay un vinculo profundo, que se complementan). Como Dionisos, el dos veces nacido, también nosotros morimos y renacemos muchas veces en la vida. Bajo la influencia de los Tránsitos difíciles de Neptuno también nosotros podemos hacernos pedazos y perder las cosas que nos dan un sentimiento de identidad, y sin embargo nuestro corazón -nuestra esencia- perdura. Y tanto que nuestra esencia perdure, podemos renacer. Desmembrarnos. hacernos pedazos, quiere decir morir tal como nos conocemos, pero también nos ofrece la posibilidad de volver, nosotros mismos, a recomponernos de una manera nueva. Los Tránsitos neptunianos armonizan invariablemente a una persona con un reino de lo intangible. Aunque a menudo se siente como periodos confusos de incertidumbre general, también puede experimentarse como épocas de inspiración o incluso de iniciación a través de la depuración y la espiritualización de nuestra personalidad del modo indicado. Estos periodos son, potencialmente, épocas para aprender las lecciones más sutiles de la vida y advertir que los factores intangibles e inmateriales son más importantes y poderosos que los asuntos mundanos de la vida cotidiana que la mayoría parece considerar como la realidad última. A través de la vibración neptuniana que impregna nuestra consciencia, podemos (ya sea voluntaria o involuntariamente) franqueamos al reino de las posibilidades infinitas que pueden acuciar una ampliación tremenda de la consciencia e incluso una armonización con los niveles universales y cósmicos del ser. Los Tránsitos de Neptuno nos dan una oportunidad para que depuremos nuestro entendimiento, nuestras actitudes y nuestra conducta sobre la base de una percepción aguda de las fuerzas intangibles en actividad. ¡Tendemos a confundirnos y a estar en el aire en tales épocas si no nos armonizamos con un ideal!

FUENTE:  astrologiapsicologiaholistica.**Los dioses de la sincronicidad


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