El arquetipo Kore/Perséfone describe dos formas de estar en el mundo que son de naturaleza antagónica y complementaria. Antes del rapto por parte de Hades, el mito narra la vida fresca y despreocupada de la doncella Kore, aludiendo a una personalidad pasiva, tímida, introvertida, orientada a la no acción, complaciente, con dificultad para tomar sus propias decisiones y proyectar sus metas en acciones concretas. También es una joven no conciente de su belleza y sensualidad, transmitiendo a los demás una imagen aniñada y desprotegida. Vive el momento presente vagando de un lado a otro, despreocupada de sus obligaciones, fantaseando acerca del futuro y pensando que siempre habrá alguien que responderá a sus necesidades: si de joven es su madre quien se ocupa de ella , en la vida adulta será una figura masculina poderosa.
A Kore la motiva aquello que le causa placer, ella responde automáticamente hacia la búsqueda de la satisfacción de sus necesidades inmediatas sin proyectarse más allá de lo que sus sentidos puedan captar. Sus acciones estarán encaminadas en mantener la estabilidad de su mundo paradisíaco, donde el mal, el sufrimiento y las carencias no parecieran hacer parte de su campo de experiencia. En su psique, los males del mundo atacan a otros, no a ella.
Evolutivamente, en sus años de juventud actúa según lo esperado socialmente: será una niña obediente, probablemente con padres tradicionales que le refuercen la manera adecuada de estar en el mundo. Si estudia en la universidad será sin un real compromiso intelectual con lo que realiza y es probable que lo haga para complacer a unos padres exigentes o sencillamente porque es el camino que ha sido trazado por las personas de su generación. Si trabaja, se desempeñará en ambientes cercanos a la familia o dentro del núcleo familiar, sin saber si está realmente satisfecha o realizada con lo que hace. Estas vivencias muestran a una eterna adolescente, que teme crecer y enfrentarse al mundo; teme tomar sus propias decisiones y lo que le resulta más difícil: mantenerse comprometida con las mismas. Es típico que una Kore participe en alguna actividad por simple curiosidad o entusiasmo infantil pero que huya asustada una vez que sea necesario involucrarse de forma responsable.
Kore pareciera andar por la vida llevada por corrientes exteriores que la mueven de un lado a otro sin un rumbo definido, pero al mismo tiempo en ella actúan fuerzas interiores que la van preparando para introducirla al mundo desconocido de los muertos. El mal parece estar también interesado en ella.
En sus relaciones de pareja Kore tenderá a atraer hombres de personalidad fuerte que la protejan y la mantengan en su posición de fragilidad e inexperiencia, sin posibilidad de un diálogo “entre iguales”, donde ella no desafíe la autoridad del hombre que la mantiene y cuida en sus necesidades materiales. Probablemente este sea un primer intento de Kore por separarse de su madre, sin darse cuenta que ha cambiado a un personaje dominante por otro. Es la trampa para creer que ha crecido, que ya es mujer, pudiendo pasarse toda la vida en la tranquilidad de no asumir su identidad y vivir como reflejo del otro. Pero llegará un momento en su vida que las corrientes subterráneas que la han guiado y protegido en sus elecciones la confrontarán con una situación dolorosa de pérdida o separación - el rapto- que la colocará del lado de la experiencia que tanto ha querido evitar: la pérdida de seguridad, la pérdida del paraíso.
Esta vivencia de secuestro por las sombras podrá ser experimentada de muchas formas: como la muerte de un ser querido, la ruptura de una relación afectiva, una experiencia sexual negativa, una violación o, en el mejor de los casos como una profunda toma de conciencia de la monotonía y falta de sentido de su propia vida. Kore, una vez que ha vivido el rapto empezará gradualmente a tomar conciencia de su propia individualidad, encontrara en sí misma lo que antes recibía de los demás: en lugar de ser alimentada aprenderá a alimentarse por sí misma, a confiar en sus intuiciones y a tomar sus propias decisiones. Sus relaciones estarán centradas en compartir y no sólo en recibir, y descubrirá que a través de su propio proceso y crecimiento podrá servir de guía a quienes deseen explorar las profundidades de la psique. En este nivel ya sabrá moverse con comodidad entre el mundo de la realidad concreta y el de las profundidades ocultas, ya sus temores de permanecer por siempre en el Inframundo habrán cesado, ya sabe que la vida es un constante fluir de luz/sombra donde es necesario vivir ambos aspectos de la realidad. Y será entonces que ella podrá mostrar a otros lo que ha aprendido.
Kore ya es Perséfone y todo lo que sabe es producto de su vivencia emocional, de su desarrollo como ser independiente a través del dolor y la confrontación con las partes más oscuras y desagradables de sí misma y del entorno.
Una vez que Kore se ha dejado llevar por la experiencia al comer las semillas de granada se convierte en una Diosa dual terrena y abismal. Ella oscila entre ambas naturalezas en un proceso de crecimiento constante. Cada descenso de Kore hacia el Hades hace que regrese como una Perséfone más madura que pueda mostrar en el mundo concreto lo que ha aprendido en el Inframundo. Así mismo, en cada descenso, al conectar con lo intangible ella recuerda su conexión con lo terreno para no quedar perdida en el mundo de las sombras.
PERSPECTIVA ASTROLÓGICA
Si la experiencia Plutoniana del rapto ha sido integrada a la conciencia, probablemente vivirá las próximas experiencias con mayor sabiduría porque estará más madura para afrontar los cambios de la vida. Cuado se encuentre viviendo el polo seguro de la existencia tendrá sed de profundizar en el Averno, y cuando se encuentre junto a su consorte, sentirá la añoranza de la vida tranquila terrena. Sin embargo una Kore que ha sido raptada una vez no volverá a ser nunca más la misma. Plutón/Hades como maestro iniciador nos transforma completamente si aprendemos a saborear, digerir y asimilar las semillas de la Granada.
Eje Tauro-Escorpio
A través del elemento tierra en su dinamismo fijo (Tauro) la Divinidad conecta al ego con la experiencia material, la fertilidad, la producción, con la posibilidad de llevar a cabo construcciones concretas para mostrar al hombre que es posible alcanzar estabilidad, seguridad y paz. Es a través de la experiencia del trabajo constante de la tierra y la paciencia para esperar los frutos de la misma que el hombre aprende a fluir con los ritmos de la naturaleza. Pero la energía de Tauro -como de cualquier otro signo- puede expresarse a un nivel inferior/autocentrado o superior/trascendente. Si esta energía no es canalizada hacia el exterior en forma de obras tangibles permaneciendo condensada sin fluir hacia afuera, expresará los defectos del signo: codicia, deseo de poseer más allá de lo necesario, búsqueda de placer y seguridad a través de lo material así como resistencia al cambio. Por otro lado, si la energía fluye de forma natural entonces tenemos a un espíritu que disfruta de los bienes materiales, conciente que son transitorios y herramientas para materializar obras con sentido trascendente, que los resultados tangibles de nuestras acciones no son para nuestro goce egoista, si no que pueden alimentar a otros permitiéndonos crecer juntos.
Al ser Kore/Perséfone un arquetipo doble, el análisis astrológico se mueve entre los dos signos fijos tierra/agua : el eje Tauro/Escorpio. Kore necesita la experiencia que le provee Escorpio para conocer la expresión superior y transpersonal de su signo: es posible alcanzar la paz en el mundo terreno y esta no depende únicamente de lo que tenemos ni de mantenernos aferrados a lo que conocemos. Escorpio le permite conocer otras verdades que la complementan y la conectan con el lado superior y trascendente de su esencia terrena.
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