sábado, 10 de septiembre de 2011

EL TEMPLO DE NEPTUNO COMO RETORNO A LA FUENTE

by Ariell Chris & Laura Morandini

Neptuno es el templo planetario que muestra las diversas formas en que el hombre establece conexión con lo sagrado. Es un planeta transpersonal que conecta a los seres humanos bajo un mismo movimiento energético y con la memoria etérica, conocida dentro de las crónicas ocultistas como Akasha. En la psicología occidental C. G. Jung le llamó Inconsciente Colectivo. Neptuno tiene la finalidad de vincularnos con lo invisible a través del tercer ojo -Ajna Chakra- y despertar nuestra consciencia espiritual a través del Chakra Corona -Sahasrara Chakra- Al encarnar y adentrarse en el plano de la materia, el hombre entra en contacto con la vivencia de la Caída, la Pérdida del Paraíso. Esta sensación de separación de la Divinidad la experimenta bajo forma de memoria inconsciente. Es una añoranza existencial, la sensación, necesidad o certeza de haber pertenecido a “algo” superior. Existen muchos caminos para volver a establecer el vínculo perdido. Innumerables senderos -genuinos o no- para reencontrar la Divinidad, para sentirse de nuevo en casa. Neptuno, deidad griega regente de los mares, es quien da su nombre al planeta. El mar y los océanos se consideran la fuente de la vida y el final de la misma, representan la amplitud del mundo subconsciente y la fusión de lo singular dentro la psique colectiva.
Un personaje arquetípico que encarna de forma fiel los diversos aspectos del planeta Neptuno es Dionisos. Dios de la emoción y el éxtasis, mal comprendido, interpretado superficialmente, asociado únicamente al vino y a los excesos, Dionisos es el Arquetipo principal de la Iniciación y el discipulado; un personaje ambiguo, mimético, escurridizo, nebuloso, promiscuo, pero al mismo tiempo profundo, fiel, místico. Dios de contrastes y paradojas. Hijo de Zeus y Semele, nacido dos veces, enloquecido, desmembrado, dedicó su vida para revelar a los hombres el medio de conexión con lo sagrado: la Vid. Perteneció a muchas mujeres pero sólo amó a Ariadna. Una vez rescatada la sombra de su madre del mundo oscuro, le fue otorgado su lugar en el Olimpo. Sólo entonces recobró su carácter Divino, después de ser errante, deambular, experimentar y generar a su alrededor un profundo sufrimiento.
Dionisos/Neptuno recuerda al hombre su naturaleza dual, el misterio de la búsqueda, la revelación interior (Gnosis) y el sufrimiento como medios para recobrar la Divinidad. Neptuno es el gran disolvente del Ego que lleva al hombre a través de la angustia existencial a pedir ayuda a una fuerza superior. A través del dolor entra en contacto con la vivencia de la Fe. En el hombre, la melancolía producto de la separación del Padre puede ser aplacada de muchas formas. En un nivel básico, gregario y negativo, es la evasión utilizando medios artificiales como mecanismo para huir de las cargas y el peso de la realidad. Aquí encontramos el abuso de sustancias y las dependencias de alcohol y drogas para recobrar un estado paradisíaco de plenitud, pero ficticio. Una manera de vivir la energía sutil de Neptuno de forma positiva en nuestro mundo material y denso es a través de una profesión de ayuda. Todas las actividades destinadas a calmar el dolor y el sufrimiento -físico y psíquico- de nuestros semejantes ayudan a conectar con la noción de Unidad del Universo. Al curar a otro estamos sanando un colectivo. Otra manifestación de la energía de Neptuno es a través del mundo emocional: sentir lo que otros sienten, conectar con los mundos invisibles y el despertar de la sensibilidad y el psiquismo. Un Neptuniano se comporta como una antena psíquica que rastrea las emociones de personas y ambientes, pudiendo establecer conexiones profundas sin mediar palabra. Sin embargo también absorbe las energías densas ajenas (depresiones, violencia, irritabilidad), e incorpora estos estados emocionales asumiéndolos como propios. Se esperaría entonces que una persona con tal sensibilidad tenga cierto conocimiento sobre las leyes espirituales para utilizar de forma adecuada esta capacidad y sobretodo para saber que aquello que está experimentando no es patológico. Sin embargo, vivir bombardeado por las emociones ajenas puede llevar al psiquismo a perder su equilibrio.

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